sábado, 19 de noviembre de 2011

Exabrupto de buena madre posmoderna (pecadora y vigilada, pero aún sin castigar… )

Me había dormido tarde, la nena tosió toda la noche y se despertaba pidiendo agua o el jarabe. Como suele suceder alguna vez a casi todas las buenas madres posmodernas que se despiertan de noche, me quedé dormida. No tan dormida cómo para llegar tarde a la escuela pero sí lo bastante dormida como para tener que correr. Como buena madre experimentada, sabía que el resfrío de la nena no era como para faltar a la escuela, pero aproveché la excusa para “observarla”, ayudarla a expectorar y, con la conciencia no muy limpia, dormir un rato más mientras las criaturas miraban la tele, tosiendo de vez en cuando. Llevé a la prole a la escuela más tarde. El portero-vigilante-secretario nos abre la puerta y en el mostrador de la secretaría pone un gran cuaderno donde ya había escrito la hora de llegada a la escuela: 11:42 AM. “Què veniu del metge?” No, respondí yo. (Una buena madre posmoderna en Catalunya ha de parlar català).  ¿Qué le voy a explicar?  ¿Qué me quedé dormida porque me gusta trasnochar? ¿Qué anoche estaba triste porque tenía mal de amores? ¿Qué estoy un poco deprimida y odio las mañanas? ¿Qué estoy agotada con un hijo hiperactivo y una hija caprichosa? ¿Qué en realidad tenía ganas de seguir durmiendo, que era la pura verdad? No. Nooo! Una buena madre posmoderna no da esas explicaciones ni confiesa sus pecados ante el personal de la escuela. Aún con la resonancia de pecadora en mi cabeza, le expliqué con soltura: La nena tenía mucha tos y no sabía si se pondría bien o no. “Ah, no portas certificat del metge, no?”. No. Muy suelta yo, escribí los nombres de mis hijxs, firmé donde corresponde, puse mi DNI (joder, hasta el DNI!) y puse NO en el espacio del certificado médico. Los peques, contentos, cada uno a su celda, digo, a su clase, con sus mochilas cargadas en la espalda. Es muy lindo verlos subir la escalera juntitos los hermanitos y luego cada uno, con seguridad aunque no los vea, sé que se van por el camino correcto. Ni se esconden en el baño, ni se escaquean, ni nada de eso, a esta generación ya no se le cruza eso por la cabeza o bien no tienen edad aún para que se les ocurra. Miro a mi alrededor. Sé que está pero no lo veo. Es El Ojo que todo lo ve. El mismo que mira a mis hijos chiquitos que van a su celda, digo, a su clase - perdón, otra vez se me escapó - por el camino correcto sin desvíos. Siempre está El Ojo que todo lo ve, como el de 1984 de Orson Wells, el panóptico del cual hablaba Foucault, parecido a los que hay en las cárceles, ese mismo que no nos permite firmar muchas veces ese libro gordo del secretario-vigilante de la escuela. No hay una norma escrita ni nadie que me diga “no puede quedarse dormida y traer los niños tarde a la escuela más de tantas veces”, pero yo lo sé. Es él, es El Ojo que vigila constantemente nuestra sociedad, el mismo que condiciona, vigila y abruma a las buenas madres para que no se excedan en sus pecados y sean buenas madres.
¿En qué creen que radica el famoso stress de las buenas madres posmodernas? ¿En compaginar el trabajo y la maternidad? ¿En preocuparse por estar lindas? ¿En complacer marido, jefes, hijos y amantes? ¿En las tareas de la casa? Nooo! Que va! Todas podemos hacer todo eso. Y los hombres también! Ahora hay hombres-papás (maridos y ex) posmodernos también, que hacen todo: ejercen su paternidad, comparten el tiempo con las madres, cocinan, lavan, limpian debes en cuando, bajan la tapa del wáter, se sientan a hacer los deberes con los hijos, van a las reuniones de padres (rodeados de madres), algunos hasta son buenos maridos y otros hasta planchan! Pero ellos, al parecer, no están tan estresados como nosotras. Imagino a uno de estos super padres posmodernos quedarse dormido y llevar a sus hijos a la escuela a las once. El secretario-vigilante le preguntará por el certificado médico, él dirá que no muy tranquilamente, que su hija tenía tos. El secretario-vigilante pensará, que buen padre! Si lleva a sus hijos a la escuela, si cuida a su nena con tos, seguro que es a priori un destacado padre! Excepcional! No pone cara de desconfiado si no tiene certificado. El padre volverá a su casa o irá a su trabajo muy contento, porque su labor de super padre le merecía un descansito extra tras una mala noche y porque sabe que dormirá bien, arrullado por ángeles que lo felicitan por ser buen padre, sin que lo moleste el maldito Ojo que todo lo ve. El panóptico de Foucault, por ahora, mira en otra dirección. Sí, señoras. Digo que la culpa del stress de buena madre posmoderna no está en compaginar nuestras vidas y hacer todo a la vez. Es culpa de El Ojo y de los dilemas que nos presenta este Ojo. ¿Dejo los hijos con otra persona para ir a yoga? ¿No tengo ganas de cocinar y hacemos huevos fritos? ¿Dejo el bebé en la guardería un rato más para dormir una siestita yo? ¿Me olvidé el bocadillo de la “merienda equilibrada” y le compro un donut? ¿Le digo al padre que se quede con ellos porque me voy a una fiesta? Claro que una buena madre posmoderna resuelve estos dilemas, siempre bajo la mirada del ojo (y a veces se necesita la aprobación de una amiga, familiar o hasta psicóloga!) Hacemos huevos fritos y compramos un donut cada tanto, dejamos a nuestros hijos con gente responsable, vamos a una fiesta cuando toca… Pero El Ojo está ahí, nos mira siempre, nos mira en la fiesta que no nos emborrachemos tanto, nos mira cuando compramos un donut, que no sea muy seguido, no te pases del límite. El panoptic machine vigila también nuestro hogar, debe estar limpio, no podemos mandar a nuestros hijos al cole con la ropa sucia, no podemos mirar la tele si hay que hacer deberes, nunca faltan klinnex ni papel higiénico, hay que erradicar los piojos, no pasarnos del baño más de un día, las nenas deben estar peinadas, no podemos tirarnos en el sofá a llorar delante de ellos, no podemos gritarles cuando estamos sensibles por culpa de nuestras hormonas. La paciencia y la sonrisa ante todo porque El Ojo te está mirando y vigilando de que seas una buena madre, posmoderna o no. Si cantas de buen humor y hablas con dulzura de hada mientras preparas la cena, mejor. ¿Por qué tanta responsabilidad y exigencia a las madres? El buen padre, la buena tía, y hasta la super abuela van a yoga, preparan los huevos fritos y compran el donut sin cuestionarse nada. Lo tienen permitido, a ellos no los vigila tanto El Ojo. La madre tiene que educar, proteger, apoyar, dar el ejemplo, portarse bien ella misma para transmitir estos llamados “valores de madre”, que son nada menos que los “valores” de la sociedad, los que nosotras debemos transmitir junto con las instituciones. Ay! Vaya tarea! Junto a esas mismas instituciones que nos vigilan. Allí está la escuela que nos pide el certificado del médico (¿una madre no avala por sí misma que su hija tenía tos esta mañana?), que nos pide informes de una psicóloga (¿una madre no sabe sobre el bienestar y las necesidades emocionales de su hijo o hija?). Allí está el médico hablándonos de las dietas equilibradas (¿A una madre bien alimentada no le enseñó su propia madre sobre la buena alimentación? ). Allí están los libros de texto diciéndonos lo que les tenemos que contestar a nuestros hijos cuando preguntan sobre flores, animales o volcanes. Allí está la psicóloga para indicarnos donde van los límites, a qué hora es mejor que haga los deberes o qué deporte es mejor que practique. Allí está la maestra explicándonos la forma de ser de nuestros hijos como si nosotras no los conociéramos. Y allí estamos cada día nosotras, haciendo todo, absolutamente todo lo mejor posible bajo la estrecha vigilancia de El Ojo que todo lo ve. (Ojo! No es Dios, es El Ojo que todo lo ve). Si un día no tenemos tiempo de hacer los deberes (deberes = lo que el nene no tuvo tiempo de hacer en clase) hay que escribirle una nota al profe argumentando los motivos de forma breve (de forma breve, dije, que no parezcan excusas). [Permítanme un desvío entre estos corchetes, elipsis se llamaba? Si el nene me trae a clase lo que no terminó en la escuela, me pregunto qué diría el profe si le digo que no le corté las uñas porque no tuvimos tiempo, que por favor, se las corte en la escuela??? Comprenderán mi descarga, dije que era un exabrupto]. Seguimos. Entonces…  ¿Por qué tanta exigencia y tanta vigilancia y tan poca confianza? O bien, encima de tanta vigilancia, no nos tienen confianza? Por supuesto mis queridas amigas madres! No es que no nos tengan confianza, al contrario, el mundo hoy en día, la sociedad, confía plenamente en las madres porque no hay en quién más confiar. Y como confían plenamente, nos tienen vigiladas en todo momento. El mundo sólo depende de nosotras amigas madres! No exagero. Somos el pilar de la sociedad, la única vieja y tradicional institución que se mantiene en pié. Ya no es la familia, solo quedamos las madres. Y no es por parir. Es por cuidar y educar, el equivalente a vigilar para el capitalismo! Educar y cuidar la futura mano de obra "productiva" y consumista, eso es. Seres que se encarrilen en el sistema, que consuman pero que no consuman sustancias sospechosas, a ver si te sale algún artista revolucionario! Que tengan disciplina, que no se queden dormidos para ir a trabajar, que se alimenten bien para ser fuertes, que sepan contestar – y de buen modo – lo que se les pregunta. Para reproducir y cuidar (he aquí la palabra clave) semejantes maravillas solo quedamos las madres!
Y voy a seguir pecando, pero esta vez de antropóloga intelectual, y voy a citar a Arlie Hochchild, una cita que me encanta poner en mis papers (¿A quién se le ocurre ser además de madre, intelectual y feminista?) Esta señora, especialista en “sociología de las emociones”, también madre intelectual - todo entra dentro del paquete de posmoderna - lo dice muy claro en este párrafo: “A medida que avanza el mercado, a medida que la familia deja de ser una unidad de producción para transformarse en una unidad de consumo, a medida que ésta se enfrenta a un déficit en el cuidado y a medida que cambia el paisaje cultural del cuidado, los individuos vigilan con creciente inquietud el único símbolo primordial de cuidados perdurables que aún parece quedar en pié: la madre”.  Puf! Vaya cita! Hablar de cuidados, eso no toca específicamente aquí, esto es un exabrupto, repito. Sobre cuidados, pueden leer mis papers. :)  Pero subrayé lo de “símbolo primordial de cuidados perdurables”. Sí, señoras, somos un símbolo, por eso nos vigilan, por eso nos sentimos vigiladas, y por eso tanta carga emocional  en las espaldas. No son las mochilas de los niños, no es el stress de la cena y el baño, no es el colchón, no son los muebles de IKEA, no es la exigencia del jefe ni la pereza del marido. Es el símbolo con el cual cargamos. En nuestras espaldas está el porvenir de la sociedad misma. No exagero. Lo que ocurre es que en esto de los “cuidados perdurables” – atención al concepto, cuidados perdurables, porque cuidamos siempre y para siempre, incluso mientras dormimos, incluso mientras no cuidamos - antes estábamos acompañadas, ahora estamos solitas, sobreviviendo a base de catarsis y terapias para reponernos y seguir maternando. Alguna dirá, pero está la abuela que ayuda, la hermana… Repito el subrayado: Cuidados perdurables. Así lo decimos, ayudar, eso no entra en la perdurabilidad, el ayudar implica algo momentáneo o complementario. Pero el mensaje de Arlie Hoschild, en otras palabras, es que el capitalismo se ha cargado todo, y sólo queda este símbolo – de cuidados perdurables -, la madre, el que vigilamos con creciente inquietud, dice ella. Ay! Que no nos pasemos del límite! Así es. El capitalismo se cargó primero a la comunidad. Así crecían los niños antes, en el seno de una comunidad (atenti otra vez a la palabra precisa: seno!). Si la madre no estaba, había un miembro de la familia o un vecino (una vecina generalmente). El sentido de pertenencia no era la familia, como en nuestros tiempos, era la comunidad. Los niños tenían padre y madre pero eran de toda la comunidad. Si una madre moría, ese niño seguía teniendo la protección y el soporte, y lo más importante, la identidad de esa comunidad. Pero el sentido de la comunidad en Occidente hace tiempo que no existe. Algunos hippies de los años 60 experimentaron pero al parecer no les funcionó mucho. Pero sí existió en Occidente hasta hace poco, la familia extensa. Ooohh, cuánta gente aún tiene nostalgia de aquellas mesas largas en el campo, dónde madres y abuelas cocinaban, y todas (siempre con a, eso sí) cuidan a todos y todas. El soporte, la contención y la educación también estaba en la abuela protectora, en el abuelo sabiondo, en el tío fuerte que cortaba la leña, en la tía simpática cuenta-cuentos, en la otra tía, en los primos… Si la madre trabajaba mucho, allí estaba toda la familia para cuidar, proteger y educar. A cuidados perdurables nos referimos. Pero ya no. Sobre todo en las ciudades las familias se fueron – otra vez pecando de científica social – nuclearizando-se. Las abuelas perdieron autoridad y respeto, ya no educan, ahora “malcrían”, los abuelos educan poco y van a sus “lugares de abuelos”, las tías solteras van a yoga y viajan mucho, los primos mayores se independizan y hacen su vida. El valor de la familia extensa prácticamente desapareció y la mesa familiar se achicó, ahora sólo caben cuatro. La familia nuclear se convirtió en el pilar de la sociedad y para tomar decisiones ante todo es la madre y el padre.,casi de forma exclusiva. Allí radica toda responsabilidad, autoridad y valores para educar. ¿Pero qué pasa ahora?  Las familias hablan de stress y las científicas sociales hablan de "crisis de los cuidados". Están pasando muchas cosas. Pero principalmente pasa que nos estamos cargando – para bien o para mal depende nuestra ideología – la familia nuclear. “Sube el porcentaje de divorcios”, publican los diarios cada vez más seguido. Sí. No me preocupa el divorcio en sí  – soy  hija de segundas nupcias – por el contrario pienso que es mejor que la gente se separe si se llevan mal o se acabó el amor. Pero la taza de divorcio también me habla del stress. El capitalismo va camino de cargarse la familia nuclear porque el sistema no cuadra. Puf! Tanto hablar de tanta teoría sobre conciliación de la vida familiar y laboral cuando en realidad son puras matemáticas. Premisa básica (falsa): un hogar = una familia = doble jornal. Contradicciones básicas: Las guarderías y las (siempre las) canguros se llevan un sueldo. Más horas de trabajo que horas de escolarización pública. Actividades extra escolares y comedores pagados. Más tiempo de vacaciones escolares que vacaciones de personas adultas. Y a esto le sumamos los “imponderables de la vida real”, diría Malinouski, el antropólogo polaco. Tiempos de desplazamientos en la ciudad, quehaceres de la vida diaria, horarios y exigencias laborales de la pareja, hipotecas, comunicación, problemas de convivencia, carreras y prioridades personales, tiempos de ocio… En fin, que con las abuelas y tías siendo especie en extinción, pocas son las familias nucleares no estressadas y felices, seamos realistas y menos hipócritas. Y no es que los padres no existan. Algunos existen! Y los que existen también están estresados, y algunos hasta deprimidos,... pero la familia nuclear como pilar de la sociedad también está desapareciendo. Esto dará pié a nuevas formas de familias, y me alegro que las vayamos aceptando! Algunas ya van teniendo nombres: Familias monoparentales, familias homoparentales, familias transnacionales, familias BI-nucleares (lo escuché hace poco, me gustó)… Habrá más, ojalá. Mientras tanto, acá estamos las madres vigiladas, porque seguimos siendo el gran símbolo, intentando no pecar mucho, intentando sobrevivir a la presión de El Ojo que todo lo ve, intentando no sucumbir, intentando no pasarnos del límite, intentándolo todo para ver crecer felices a nuestros hijos, intentando erradicar culpas (culpas, siempre arrastrando culpas, de todo tipo!), intentando obedecer al sistema sin tanto machaque, intentando contestar preguntas y resolver dilemas, intentando dormir un ratito más!… porque somos ante todo mujeres, buenas o malas madres, pecadoras, no pecadoras, soñadoras, trasnochadoras o madrugadoras, buenas o malas cocineras, exigentes o vagas, con o sin paciencia, con voz dulce, con voz ronca… Por mi parte, seguiré firmando papeles, le pondré cara de pocker a los vigilantes de carne y hueso, llevaré a mis hijos a la escuela, obedeceré al pediatra, intentaré no quedarme dormida. Es decir, seguiré siendo una buena madre posmoderna. Y me cuidaré un poco de El Ojo que todo lo ve. Ahora bien, un mensaje para todo el mundo occidental, el europeo sobre todo, el más vigilante! Si seguimos sosteniendo el mundo tal como dicen, si seguimos siendo el símbolo primordial de cuidados perdurables, si somos el pilar y sostén de la estructura social, si en nosotras radica el porvenir, aquí va mi suplicia para terminar con este exabrupto: confíen más, vigílennos menos y por sobre todo, cuídennos! Digo nomás, si total por decir… Y no olviden que es un exabrupto…

4 comentarios:

  1. joder que me quedó largooo!!!!
    Parece como que me voy tranquilizando, no?

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  2. Hola querida! me encantó el post! mezcla de realidad y academia... Reir reir,no me reí... pero sonreí y pensé, y sobretodo no dejé de leer!
    Creo que en algún momento te lo dije... yo estoy a favor de los matrimonios de al menos 3, cómo decía el pibito en la peli "about a boy" (un gran chico, en español): "con dos no alcanza, dos son poco..." y yo pienso, dos son poco para criar, para crecer... se necesita comunidad... la que sea, no? el matrimonio de 3? el grupo de amigos? o el que uno pueda inventar...
    bueno, segui deleitandonos con tantas ideas hechas palabras! un beso!!

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  3. jaja! yo si me reí y por momentos noo... cuanta carga por momentos naturalizada ¡que lo pario! acuerdo con Chiru s enecesita ams que uno, mas que dos... comunidad... muy bueno Gaby!Irma
    PD;: mi ignorancia no me permite elegir el "perfil" correcto...

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  4. Muy bueno el largo artículo, gaby (tanchi). No pude parar de leerlo. Igual, pienso que la familia y la sociedad moderna es mejor. No te olvides que antes se castigaba a la madre soltera, que había gente en la categoria de "bastardo/a", que había niños huérfanos, que la jerarquía de clases era fulminante, digo que la diferencia de clases no se trastocaba. Estoy convencida de que la sociedad mejoró y que es preferible ser madre ahora que en el siglo XIX. ¡Pero qué bueno lo escrito,lo voy a seguir.
    felicitaciones.

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